domingo, 2 de octubre de 2011

Novios (III) - Cibernovios



Tercer capítulo de la serie "Novios". Los dos anteriores se pueden leer aquí,
Novios I y aquí, Novios II.

CIBERNOVIOS

Romualdo dice:
¿Estás, mi amor?
URSULA dice:
Vengo en dos minutos, podrás esperarme, mi vida?
Romualdo dice:
¿Dos minutos? ¡Toda la vida te llevo esperando, mi amor!
Ve, ve, aquí estaré, mirando al horizonte hasta que en él aparezcas
URSULA dice:
Pues ya estoy aquí, tesoro mío, para lo que gustes mandar a esta humilde sierva tuya
Romualdo dice:
No tengo nada que mandarte, me basta con saber que estás ahí e imaginarte, callado,demudado ante tu belleza
URSULA dice:
Ainsssssss qué bellas palabras, con beberlas de tu boca me bastaba para saciar toda mi sed
Romualdo dice:
Aunque... ya que tan amablemente te ofreciste a otorgarme un deseo...
URSULA dice:
Tus deseos son órdenes, amado mío
Romualdo dice:
Pues quizá me atreviese a pedirte que incidieses aún más en la huella que tu imagen provoca en mi memoria, en mi corazón, en mi sentimiento
URSULA dice:
¿Cómo podría hacer eso, mi cielo?
Romualdo dice:
Ay, ay, ¡Llámame atrevido!
URSULA dice:
¡¡Atrevido!!
¿Ese es tu deseo? pues cumplido
Romualdo dice:
No, no era ese. Quería incrementar mis ya elevados niveles de percepción con los que inundas mi día a día, mi cada segundo, pleno de tu imagen.
Y se me ocurrió que podías prender la webcam y mostrarme tus níveos pechos
URSULA dice:
Oh, mi amor, ¡no merezco yo que los ojos de mi adorado se posen en mis pecaminosos senos!
Romualdo dice:
No son pecaminosos, ¡que los creó Él, Nuestro Señor, para nuestro gozo y alabanzas!
Y a eso dedicaría las grabaciones que oportunamente haría de tan magníficos ejemplares, dos, colocados a cada lado de tu torso
URSULA dice:
Para tentar al hombre y arrastrarle a los pecados de la carne los diseñó el Maligno, con sus bellos contornos, suave piel, cálidos y rosados pezones...
Te los mostraría una y mil veces e incluso rozarlos te permitiría muy honrada, mi vida, si te tuviera a mi vera
Pero este vidrio que nos separa, este abismo que abre brecha entre nosotros, lo impide todo, mi bien
Romualdo dice:
No quisiese entrar en disquisiciones filosóficas al menos sin poder contemplar, para argumentar mejor, el objeto de nuestra cuita. Muéstralos a mi mundo, mi luz, para deleite de mis pupilas y para frescor de tus axilas
URSULA dice:
Para frescor de mis axilas, mi amor, ya se hallan libres de sostenes y telas. De tus ojos, mi cielo, aunque quisieran hallarse presos, como de tus manos y tus labios, he de privarlos, por bien de mi integridad moral
Romualdo dice:
Tu integridad moral queda a guardo, que como siempre la custodiaré so riesgo de mi propia vida. Pues es para mi un bien preciado y bien ponderado. Hablamos ahora de algo material que en su interior cobija, y es lo que quiero ver a través de las ondas, el corazón de mi amada. Muéstrame la caja de tu rojo corazón y mis limpios ojos traspasarán la piel sonrosada y el turgente y oscuro pezón, pues únicamente disfrutaré de la visión de tu encarnado músculo del sentimiento, custodiado por guardianes de hueso, carne y piel.
URSULA dice:
Ay de mí, qué más quisiera yo que tus ojos gozasen como los míos hacen, pero el Cielo ha hecho que a años luz nos hallemos poniendo trabas a deseo tan mundano como doloroso e insano
Romualdo dice:
Pero puedes aliviar este dolor que nos aflige, con un inocente gesto que ayudaría a relajar tensiones y este amor que nos aprieta y acongoja
URSULA dice:
Te relajaría a ti, que mi dolor acrecentaría al saber que solo un sentido me disfruta dejándome huérfana de los otros cuatro
Romualdo dice:
¡Mas no es un único sentido, que gozaría todo yo y por comunión contigo gozarías conmigo! ¿Qué hay mejor que el gozo compartido?
URSULA dice:
¿Que yo gozaría, mi amor? Yo solo gozo si en mis brazos te tengo, en mi cuello tus labios, y tus manos en mis senos...
Romualdo dice:
¡Claro, al conocer mi gozo! ¡Como yo gozo al conocer el tuyo!
URSULA dice:
Todo los demás es vano, engaños de los sentidos que mi gozo no logran
Romualdo dice:
Debo entonces colegir de tus inflamadas palabras, amada y añorada mía…
URSULA dice:
Colige, amado mío, y piensa que más me duele a mí privarte que a ti pedirme
Romualdo dice:
O sea, ¿Que no menseñas las tetas por la cam, verdad?
URSULA dice:
¡Que no, coño!!
Romualdo dice:
¡Pos me voy a vé las carreras de amotos!!
URSULA dice:
¡Pues que te den!


En el papel de Úrsula: Reichel, en el papel de Romualdo: Amenofis.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Olas de plata y azul

(Mierdirrelato escrito sin ganas, así salió)

Sobre el acantilado golpeaban las olas con cadencia rítmica, musicando de manera imperceptible a unos contertulios que eran ajenos a las bellezas del paraje, a la intrínseca poesía del momento, a la música del mar y a cualquier otra cosa que arte pudiera parecer.

- Eh bueníssimo paisa, doble sero, resién llegao de Ketama, paisa. – Ahmed cortó un pedacito de la esquina del paquete, menos de una postura, y se la dio a oler a Paco, “el Bailas
- ¿Doble sero? ¿Doble sero? ¡Ehto eh henna de la mala! Tú tás creío que tás hablando con un pringao de los madriles. ¡Que soy de l’Atunara, chaval! – Paco, olía, repasaba, estrujaba el pedacito de haschis sabiendo que era chocolate del bueno, y que sacaría veinte mil euros por aquello.
- Te doy treh mil por todo – Ahmed hubiese gritado indignado, pero la solemnidad del momento, y la clandestinidad, le sugirieron ser prudente.
- No, paisa, no, tú quieres engañá al morito. Dame diesmí y te lo llevas aquí mismo.
- Ocho y cerramoh. – Ahmed ofreció la mano tendida por Paco y se dispusieron a cerrar el trato. Uno cogió el paquete y el otro los billetes.

Cinco minutos después dos coches abandonaron el apartadero sobre el acantilado, uno a levante, otro a poniente. Las estrellas titilaban en el firmamento, las olas emergían crestas de plata y azul que rompían sobre las orgullosas rocas colocadas por el destino, el Supremo Hacedor o quién sabe quién, pero sin duda lo hizo inspirado por la musa de la belleza. Paco sonreía, Ahmed se carcajeaba.

- Pringao, que pareses madrileño, ocho mil por cuatro kilos de henna!
- ¡Será tonto el moro, po no sá pirao sin mirah loh billeteh! ¡Que eran má farsos que loh der monopoly!


293 palabras

viernes, 12 de marzo de 2010

Bella sin alma

Te amo, musitó de forma únicamente audible por las hipotéticas ladillas que poblasen aquel coño. Relamiéndose bebió la copiosa menstruación que emanaba mientras daba mordiscos cada vez más profundos, como si de verdad se la quisiese comer. La mujer, aturdida como cada noche, esperaba impaciente el momento en que la Bestia se transformara en príncipe y ella, en Bella.

sábado, 13 de febrero de 2010

El entierro de la sardina

Sobre el vacío plato de sopa volcó las migajas de pan y las mondas de plátano. Colocó, cuidadosamente, la cuchara, el tenedor, el cuchillo, la cucharilla, el envase del yogur natural y la lata de conservas. Cuando se levantó de la mesa tomó la servilleta de papel usada que sirvió como habitual guantelete y se dirigió sin prisas a la cocina.

Depositando sobre la encimera el plato buscó con la mirada el recipiente de los reciclados plásticos, metió los que fueron receptáculos de yogur y ataúd de sardinas y acomodó la servilleta, doblada cuidadosamente, sobre la pila de papel de periódicos y cartones. En el cubo de orgánicos dejó caer el contenido del plato antes de dejarlo con el resto de la cubertería y la vajilla en el fregadero.

En la calle todo eran juergas y risas, era carnaval y la gente y sus estúpidos disfraces llenaban de molesta algarabía casi todos los rincones de su castillo de cristal. Allí, en la cocina que daba al patio interior, aún se respiraba tranquilidad.

Consultó el reloj y comprobó que todavía faltaban casi siete minutos. Decidido a esperar allí, fue a sentarse en aquel palacio del silencio. Como otras veces, acomodó su cara y sus sienes entre las manos y apoyando los codos en la mesa esperó, paciente.

Daba la hora cuando se levantaba y sin perder ni por un segundo la calma, pero aterrado ante la perspectiva, comprobó que llevaba las llaves en el bolsillo mientras se acercaba al cubo, cerraba la bolsa, la tomaba entre las manos y se dirigía a la puerta de la calle.

Bajaría la basura dos minutos después, dentro del horario establecido por el ayuntamiento. Nunca más ningún guardia le reprendería un comportamiento incívico. Y tampoco pagaría más multas.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Porque era suya

- Se va a cagar la perra – Musitó entre dientes mientras asía la vieja Browning de dos cañones.

- Me cago en su puta madre – Masculló oteando al inmenso azul tras la ventana a través de la mirilla. Sopló el polvo acumulado y después pasó un paño aceitado por el cañón y la culata.

- Será hijo de la gran puta – Casi gritó ya sin contener tanta rabia acumulada mientras hurgaba en la caja de municiones, descartando los cartuchos que parecían más hinchados. Demasiado tiempo guardados en aquel armario.

- Se va a enterar el cabrón ese, lo mato, es que lo mato – Los ojos inyectados en sangre parecían estallar de sus cuencas mientras metía la munición en el arma.

- Aunque quizá … - Los brazos descansaron un momento, sin soltar la lupara, y reflexivo alzó la mirada hacia la habitación donde descansaba ella abrazada aún, estaba seguro, al maldito usurpador.

- Ni de coña, me lo cargo – Decidido, salió del viejo pabellón de caza, cruzó el patio y entró en el caserón. Devoró los escalones de dos en dos y de un portazo se plantó en el quicio de la puerta de la que iba a dejar de ser, momentos después, alcoba nupcial.

- Hijo de la gran puta, defiéndete.

Cupido, aún acurrucado al cuerpo desnudo de su mujer, tuvo tiempo de alcanzar su arco, pero hace siglos que sabemos que las armas de fuego son más rápidas que las flechas. Descerrajado por las postas la sangre que manaba de su pecho manchó de rojo las impolutas plumas blancas de su ala izquierda. El mundo pasó a ser, instantáneamente, un poco más sensato. Y mucho más aburrido.

jueves, 4 de febrero de 2010

¡Un cortado!

Sentado en su esquina escudriñó el local, observó a todos los parroquianos y tras el satisfactorio reconocimiento levantó levemente el brazo para advertir a Leandro, el camarero, de que ya estaba allí. Éste trajo el café cortado y una torta de Algarrobo que depositó en la mesa como siempre, sin decir ni una palabra. Cuando volvió a estar solo abrió el azucarillo y lentamente dejó caer un cuartillo de su contenido en el vaso. Dobló cuidadosamente el papel para evitar que cayese el resto y lo guardó en el bolsillo. Sin remover el café tomó la torta y la cortó en pedacitos pequeños que caían parsimoniosamente al oscuro líquido. Instantes después los sacaba uno a uno con la cuchara tomándolos con aparente deleite.

Las cuatro y cuarto de la tarde del año número treinta y tres en el que Juan Cardenal tomaba su café en aquel bar del centro de Málaga. En verano en la terraza, en invierno en aquella mesa justo al fondo del local. Todos allí, los camareros, el dueño, él mismo, conocían el ritual y hacía ya décadas que evitaban cualquier problema colocando desde por la mañana el cartel de “Reservado” en la mesa del Sr. Cardenal, justo hasta que él dejaba el local, mientras daban las cinco en la torre de la catedral.

A Leandro le falló el corazón un viernes por la mañana y su sustituto, sobrino de la cocinera, olvidó reservar su mesa, que milagrosamente estaba libre. Tampoco reparó en limpiar sus uñas antes de acercarse a colocar el café y la torta. Una delgada línea negra decoraba su dedo índice cuando fue a cobrar la consumición. Juan Cardenal, “El loco Cardenal”, le envió al más allá de cuarenta puñaladas mientras gritaba que él jamás pagaría nada allí. Y menos a alguien tan sucio.

martes, 5 de enero de 2010

¿Intocable?

Imperturbable el ceño, Al tintineó su whisky en las rocas sabiendo que esa madrugada iba a ganar. Elliot sólo llevaba pareja de sietes.

jueves, 31 de diciembre de 2009

Calma total

A las dos el grito recorrió las siete plantas del hotel. Comenzó a sospechar que no era tan tranquilo como rezaba la propaganda.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

A ráfagas de luna

Apretó las piernas con fuerza, como intentando evitar que el semen escapara a chorros patas abajo. Deseaba con toda su alma quedar preñada de su hombre, ese que se vestía sin perderla de vista ni un segundo. Podríamos decir que ese día intuyó que sería la última vez que hacían el amor y quiso guardar su semilla para poder acariciarle a través de su hijo. Pero no era así, siempre tenía la impresión de que era la última vez y llevaba dos años odiando una regla que, pertinaz, aparecía cada veintiocho días.

Juan se abrochó el cinturón, verificó como un autómata su viejo revólver y cogió el hatillo con comida que Asunción le preparó. No le gustaba despedirse, no le gustaba tener que descolgarla de su hombro a la fuerza antes de salir por aquel ventanuco intuyendo como los ojos de la mujer se empapaban en lágrimas.

Una vez en la calle, y agazapado en cada sombra, se acercó al corral a mear con las ganas que se tienen después de eyacular. Soltó un segundo el hatillo y abandonando un instante su precaución lo hizo cara a unas alpacas de paja. De espaldas, con ese pudor que le hacía ocultar su virilidad a los ojos de las cabras y caballos. También a los de sus asesinos. Dos ráfagas de metralleta le dejaron tendido en el suelo, una mano en la bragueta y otra lejos de su revólver. Ocho agujeros en su cuerpo y Selene como testigo que recortaba la sombra de dos tricornios sobre su cadáver.

Arriba, María rompió a llorar, tapando con su mano la vagina que contenía el recuerdo vivo de su marido, el maquis Juan. Una luna después la sangre la volvió a inundar de desesperanza y dolor.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Poesía popular

Estimados amigos compañeros de armas con letras, fluyen versos nuevos por nuestras mentes abiertas y despiertas. Caen las palabras letra a letra sobre el maltratado teclado de nuestras emociones, creamos, componemos, disfrutamos, lloramos ... y todo debido a la impronta cultural, al trabajo de nuestros mayores, a emociones de años, decenios, siglos atrás. Y junto a Lope de Vega, Machado, Quevedo o Bécquer también hay milllones de anónimos creadores haciendo que nuestra lengua, la de Cervantes, crezca en cada uno de nuestros corazones.



Hoy, teniendo como siempre en mi memoria y mi recuerdo a Miguel Hernández, Octavio Paz, Neruda o Nicolás Guillén, un homenaje a esos poetas del pueblo. De autores anónimos, dos grandes composiciones en formato de "coplilla popular".


Del cielo cayó una breva

Y se posó sobre tu ombligo

Si cae un poco más abajo

Se unen breva con higo






Si me quieres dímelo

y si no vete a la mierda

otras mejores que tú

ya han pasao por la piedra