domingo, 8 de julio de 2007

¡ Maldición !

- ¿Vienes con nosotros?
- No, que va. Ya sabes que no me gusta nada la feria.
- Que soso eres, tío. Si es por subir un rato y buscar titis...
- ¿Titis? ¿Niñatas pijas? Paso de eso, ahí nada más encontraremos encefalogramas planos.
- Adiós, Einstein, no te jode ...
- Que no, tío. Que eso es un escaparate de a ver quién se ha gastado más pasta en los vestidos. Voy con la gente del grupillo, vamos a pensar algo para ensayar este verano. Nos fumaremos unos petas y pillaremos cervezas tranquilamente, hablando de teatro.
- Bueno, pues que os sea leve. Yo me piro para la feria, a ver si pesco algo menos intelectual.

¡¡ Hipócrita ¡! Estás frito por subir a la feria, babeas viendo las fotos del programa. “Reina Juvenil de la Feria y Fiestas” para comérsela, con ese vestidito de sevillana ... volantes y más volantes, pendientes de plástico imposibles de sostener. Lunares pintados en las mejillas, colocados allí para ser lamidos y borrados. Caracoles de pelo sobre la frente despejada. Tetas de recién mujer que pujan por salir en forma de topos rojos y blancos.

En el Paseo Marítimo, lejos del bullicio ferial se encuentran los del grupo de teatro. Seis estudiantes, cuatro barbudos y dos desaliñadas que empuñan cada una, de forma poco angelical, una litrona de Cruzcampo. Camisetas con estrellas rojas y leyendas alternativas, bolsos pseudo militares repletos de libros y apuntes. Aparato mp3 reproduciendo Youssou N’Dour o Frank Black, según el caso. Bolsita de marihuana cosecha propia y miradas disimuladas sobre los pezones empitonados en las camisetas de las compañeras, que está feo eso de decirles piropos.

- ¿Qué? ¿Alguna idea?
- Joder, yo querría hacer aquello de Martínez Mediero ... “Las hermanas de Búfalo Bill”.
- ¿Y eso qué coño es?
- Pues una comedia puntito surrealista muy buena. Hay dos papeles para mujeres y uno para el protagonista. Es antigua, pero no se ha hecho demasiado.
- Ya, o sea, tú y las niñas. Qué cabrón. Siempre queriendo dejar claro que eres el único actor.
- ¿Eso de niñas va por nosotras? No te pases ¿eh?.
- Vale, vale, perdonad, compañeras.

Mientras siguen discutiendo sobre si el apelativo “niñas” es correcto cuando se dirige a compañeras o si se está utilizando un cliché machista pasa cerca de allí una carreta de caballos. Los carreros, ataviados a la andaluza, traje de campo, polainas, botas de caña, sombrero cordobés. Llevan detrás a la reina y a sus damas, sinfonía de volantes, maquillajes y peinados recogidos. Bandas blancas y verdes que van desde el desnudo hombro hasta la cadera, cruzando la espalda también desnuda y dividiendo en dos cada divino pecho encorsetado. Rosas enormes sobre cabezas perfectas y bocas rojas. Suenan palmas y castañuelas.

Sabe que debajo de los mantones rocieros o los vestidos de sevillana clásicos llevan bragas de algodón blanco. Hay que mantener las tradiciones, todas las tradiciones. Puede que esta noche, durante los bailes de rigor con las autoridades se levanten los vestidos hasta mostrar los “cucos”. Tienen que ser blancos y de algodón. Otra cosa sería desvirtuar las fiestas mayores.

El tac tac de los cascos de caballos se mezcla con la discusión de sus compañeros de grupo de teatro. En aquellos momentos tan fútil es un sonido como el otro, nada de interés para una mente absolutamente absorta en la imaginaria imagen de los volantes alzados, el pecho juvenil agitado de excitación mientras las bragas blancas se manchan de albero al ser pisadas por sus zapatillas de deporte. Izada sobre la pared de lata de una caseta de feria, empujada una y otra vez hasta que ella, bajo una lluvia de confeti, parezca agradecerle, saludando al tendido, la faena bien realizada.



Cuando vuelve a la triste realidad de la cerveza caliente y el porro apagado se lamenta de su maldición. Necesita repudiar algo que le atrae mucho más de lo razonable. Ser joven, progresista y radical es duro en esta tierra de fiestas clónicas a la sevillana. O quizá todo sea auténtico atavismo cultural y esos vestidos le hagan sacar su más profundo espíritu tartésico.

Deja de divagar sobre la Atlántida al tiempo que espera romper la maldición. Quizá cuando sea más viejo. Dicen que todos cambiamos de viejos. Es posible que devenga en concejal socialdemócrata y pueda bailar, por fin, con una dama de la feria. O más allá incluso, puede que consiga ser el afortunado exmarido de una de ellas ...



(Fotos: gg)