martes, 21 de noviembre de 2006

Muñoz Grandes, esquina General Ricardos (I)

Aquel sábado me levanté a la hora habitual. El despertador sonó a las 14,45 h. Tenía tiempo de sobra para prepararme.


Si fuese un escritor caido del proxenetismo ahora os contaría como me rascaba los huevos mientras iba hacia el baño a mear y el sonido de unos pedos eran preludio de la impresionante cagada mixta, bocata de calamares – gin tonic, que estaba por llegar. Pero yo no soy así. Soy un escritor que se ha dejado influenciar por la literatura gótica escuela Marvel Comics Groups, y que ha bebido en los grandes clásicos eróticos publicados por Penthouse y Playboy. Ediciones españolas, por supuesto.

- Mamaíta, ponme ya mi plato de cocido, coño, que a las tres empieza el Manchester.
- Sí, hijo, buenos días a tí también. Tu padre quiere hablar contigo, ha visto un apartamentito que te puede venir muy bien, es barato, y sólo está a 12 paradas de metro de aquí. ¿Le llamo?
- ¡¡Que me pongas el cocido, y no seas rácana con la morcilla!!




Los sábados, en el hogar, era tradicional mezclar el cocido de la tierra con el partido de la Premier League. Aquel día, que luego podría ser trágico, no iba a empezar de manera distinta simplemente porque tenía una cita ineludible a las 19,30, Muñoz Grandes esquina General Ricardos.


El almuerzo transcurrió de manera pausada, la convivencia de tantos años con aquellos ancianos había ido dejando, inevitablemente, sensaciones de déjà vu que insistentemente acudían al comedor familiar. La sensación de seguridad que transmitía el saber que casi todo sería igual, una jornada más, era algo impagable. Algo que incluso convertía el diálogo, repetido y repetido, en una experiencia casi mística.



- Hijo, no bebas más vino, es el segundo brik que te abres hoy. Y te acabas de levantar.
- Uyyyyyy, coño, mamá, cállate que me pierdo los comentarios del Maldini.
- Amenofis, tienes que venir a ver este piso. Es muy barato, y para un hombre solo está muy bien.
- Joder con el viejo, te quieres callar. Y échate gaseosa, pero el vino ni tocarlo.
- Si quieres, papá me puede acompañar una o dos veces a la semana y darle un limpiado, los platos, la ropa.
- Mamá ¿hay chorizo en la olla?, y ya que estás, échale un pedazo de tocino, que nada más me han tocado garbanzos.
- Mira, esto no puede seguir así. Cuando estabas parado, vale, pero ahora, con trabajo fijo y a tu edad.
- Y así te puede salir una mujer buena, hijo, porque aquí, siempre, el ordenador y el fútbol.
- ¡¡ GOOOOOL ¡! Jódete Ramsés, que ya vais perdiendo. Y esta tarde el Arsenal se la lía al Oxford.
- Tienes cita con el cardiólogo, y creo que estás bebiendo más de la cuenta.
- Estaba muy bueno el cocido, ve sacando las natillas que vuelvo antes de que empiece la segunda parte.




Sabía que los lectores de mi blog estaban impacientes por saber el resultado del partido. Así que me acerqué al PC y recé para que la puta Telefónica y el puto servidor de mipasado no fastidiasen mi transmisión. Tenía ganas de poner, en grandes letras azules el maravilloso resultado que campeaba el marcador.

- Al descanso




LIVERPOOL 1 MANCHESTER UD. 0


Un partido de toma y daca pero que se va resolviendo, hasta el momento, por la gran pegada de los diablos rojos que se han adentalado en la primera oportunidad, al borde los cuarenta y cinco. Un tanto de esos que la prensa deportiva llama “psicológicos”.Seguiremos narrando”


Aproveché para bajar el correo. Dos mensajes de BBVA y uno de Central Hispano. Que cojones de datos quieren que actualicen si mi cuenta es una cartilla de Cajamadrid. Me quejaré el lunes. Y ¡¡ por fin!! Un mensaje de mi space en francés. Joder, no entiendo nada, luego lo traduciré, el partido va a comenzar. Intentaré concentrarme en el fútbol, pero creo que mi Ch. va a decirme que sí. ¡¡Me voy a París!!


“Ce message est une reponse automatique du système. Vous n’avez pas permission pour envoyer privés aux membres de l’espace. Contactez vous, s’il vous plaît, avec l’administrateur”

- ¿Esas natillas que pasa, que no vienen nunca o qué?

- Hijo, deberías hablar con tu padre.

- Que sí, coño, que hablaré con él, pero trae las natillas y una copa de pacharán, para pasar los garbanzos. Y a la salita, que no me dejáis ver el fútbol.



(Continuará ...)

lunes, 20 de noviembre de 2006

Muñoz Grandes, esquina General Ricardos (II)

Justo cuando mi madre ponía en la mesa el plato de natillas Andy Cole mandó al cielo un balón que sólo tenía que empujar. Bien, bien, buen presagio. Las natillas y el punterazo de Cole eran excelente presagio. Este día prometía ser importante en mi vida. Tanto como aquel fin de semana en Granada o la semana, la eternidad, en casa de Eric. Todo se desarrollaba de forma favorable. Mucho mejor de lo esperado. Aunque había cosas que nunca cambiaban.



-Hijo, puedes prestarme un minuto de atención. Tengo que ir al ambulatorio, y quiero hablar antes contigo.

-De verdad, de verdad, que eres insoportable. ¡¡Te quieres quitar del medio de una puñetera vez!!. ¡¡Que estoy viendo el fútbol!!

-Hijo, por favor, atiende a tu padre.

-Tú traeme el pacharán y plánchame mi camisa de las grandes ocasiones. Voy a salir.



Los viejos se retiraron y comenzaron a cuchichear. Yo sabía que pronto llamarían a mi hermana y ésta empezaría a darme el coñazo hasta aburrir. Voy a apagar el móvil. Total, estoy de vacaciones y sólo me llama Iñaki cuando está super deprimido. ¡¡Para aguantar tostones que estoy yo, vamos!!. Precisamente hoy, a un par de horas de encontrarme en Muñoz Grandes esquina General Ricardos.



-¡¡GOOOOOL!! Joder, ¡¡Qué golazo!! ¡¡Y quedan 15 minutos!!. Hoy se van calentitos para casa. ¡¡Mamá, otro pacharán!!. Qué coño, un día es un día. ¡¡Mamaaaaaaaa!!



Ya tengo ganas de que el arbitro pite el final del encuentro y colocar el resultado en el blog. Tengo ganas de darle una alegría a toda la peña, especialmente al hincha de los United y su cohorte de admiradores. Jajajaja. Hoy va a ser un gran día. Hasta no me importa casi parafrasear al progre caduco del Serrat.



LIVERPOOL 2 – MANCHESTER UD. 0



Excelente partido de los rojillos, que han controlado el tempo del encuentro en todo momento. Sólo Andy Cole, muy desasistido, ha conseguido inquietar en algún momento al español Reina. La falta de puntería del delantero del Manchester se ha sumado a la tragedia de recibir dos goles, golazos, en momentos trascendentales del encuentro. El árbitro bien, como la mayoría de los de la Premier League, permitiendo el juego fuerte, viril, que sólo ha cortado en contadas ocasiones. Aunque sin romper por ello el ritmo del partido. Un encuentro, en síntesis, interesante y movido al que sólo le ha faltado alguna alternativa en el marcador para poder calificarlo como típico y vibrante partido entre equipos ingleses de calidad.



Pues ya está. No les digo nada, ya llevan bastante con la paliza que les hemos dado esta tarde. Alguna vez he pensado que debería ser menos sincero, menos directo, creo que utilizando el sarcasmo y la ironía puedo hacer más daño que mandando a la gente a que la migra les apalee. Pero también sé que eso me vale para el internet, y siempre que controle mis ansias de entrar a todos los trapos. Si me tranquilizo, si pienso, puedo decir mejores cosas. Estoy seguro.



Mi correo está vacío. Claro que lo leí hace tan sólo tres cuartos de hora. Tengo que ponerme con el mensaje en francés. Pero ahora no, un exceso de euforia puede hacerme encarar mi cita con un espíritu distinto al que necesito. Esta noche, cuando todo haya pasado.



Las cinco de la tarde. Y no me voy a echar la siesta. Sería una pena despertarme dentro de hora y media, cortarme el sueño. Me quedaré navegando un rato. Intentaré despejarme. No sé si releer los mensajes para estar más preparado. No, mejor no. Ni buscar gráficos, ni chistes ni releer el blog. Nada de eso. Voy a intentar poner un poco de distancia. Encendí un pitillo y coloqué a los Credence a sonar.



-Amenofis, hijo, ¿qué pantalón te preparo?

-Da igual, mamá. Lo importante es mi camisa.


Continuará ...

Muñoz Grandes, esquina General Ricardos (III)

Finalmente caí en la modorra habitual, me quedé dormido entre recuerdos de Granada, de aquella temporada en los Paises Bajos que nunca me atrevería a contar y ruidos de estadio de fútbol. En mis sueños hablaba francés sin necesidad de traductor, incluso en el Patio de los Leones se me oía hablar con acento parisino. En mis sueños no tenía ex inventada, sino una mujer de carne y hueso que compartía mis tardes de televisor.

Dentro de mi sopor se activó también la alarma de lo importante. Esta tarde era la cita, el encuentro ineludible. Esta tarde todo se resolvería de una vez por todas.

- ¿Eh? ¿Eh? ¿Mamá, mamá? ¿Qué hora es? ¿Y mi camisa, está mi camisa?

Empapado en sudor, exhudando las grasas del cocido y eructando flatos de natillas me alarmé al ver que sólo quedaba un puñado de minutos para el gran momento. Me levanté de un pequeño salto, no mucho más que pequeño, no puedo permitirme otra cosa, y corrí hacia el cuarto de baño.

Joder, estaba horroroso. Nunca he sido muy guapo, y desde que perdí la prestancia de mi melena afro ni siquiera pude ocultarlo con una hermosa mata de pelo. Pero esto era demasiado. Con la barbilla manchada de amarillo, producto de una vomitona insconciente de natillas amargas y acres. El poco pelo pegado por el sudor a la frente. La marca del croché que ponía mi madre al sofá dibujada en la mejilla. La medio barba que nunca conseguí dejarme manchando a pedazos el rostro más feo del mundo. Imposible estar peor.

Ah, sí, se puede estar peor. No tengo tiempo para la ducha. Mierda. Sólo tengo tiempo de mojar la cara en el lavabo, empaparme el pelo con agua y tratar de peinar lo que parece imposible de arreglar. Un afeitado de urgencia, con la mala suerte que suelen acompañarlos. Dos cortes, uno a cada lado de la cara, los dos junto al labio inferior. Mierda otra vez.

Unas friegas con masaje Floyd, dos pedacitos de papel coagulante y un generoso chorreón de Varón Dandy tenían que servir esta tarde. El resto sería cosa de mi camisa mágica.

Quitarme el pijama con el que llevaba más de veinte horas seguidas fue también traumático, aquella felpa doble se había adaptado tanto a mi cuerpo que le costó separarse. Parecía que tenía más vida propia que yo mismo. Un pantalón cualquiera, los zapatos negros de día de trabajo. Calcetines Ferrys de cuadritos rojos y azules ... y mi camisa de satén ...

Ahora era yo otra vez. Amenofis Fernández, en pie de guerra. Tiembla, Madrid.

Voy caminando en dirección a Muñoz Grandes, pensando en todo lo que pasó durante este tiempo. Las peleas, las broncas, los insultos, las discusiones en francés. Como me inventé aquellas cosas que nunca pasaron con mi ex, que tampoco tuve. Como me dejé llevar por la cólera, por la ira, por la envidia. Como me veo solo ahora. Dos veces estuve a punto de volver sobre mis pasos, meterme otra vez en la cama. Masturbarme viendo esa película que bajé ayer de internet.

Sin embargo, seguí caminando, ya veo General Ricardos. Ahí, al fondo, está ese bar donde hemos quedado. Sé que hay expectación, que habrá bastante gente allí. Todos quieren saber qué pasará finalmente.

Cuando entro veo que está, como habitualmente, abarrotado. Me hago paso hacia la barra e intento que el barman me vea, me cuesta, como siempre.

- Hombre, Amenofis, ¡¡ qué alegría verle por aquí !! Eres puntual y todo ¡¡. ¿Tu gin tonic?

Es increíble, llevo viniendo a este bar más de veinte años, siempre pido lo mismo y nunca el camarero hizo gesto alguno de reconocimiento, de saber quién soy. Siempre le tengo que recordar que es lo que bebo. Algo está pasando.

- ¿Qué pasa, cabronazo? Siéntate con nosotros joder. Vamos a pegarnos esas copas.

Los malditos, no puede ser, los malditos me hablan. Me dicen cabronazo como si fuese uno de ellos, me llaman a la mesa, que está llena de ¡¡ Hundidos !!. Todos beben y ríen y no parece importarles que Amenofis esté allí con ellos.

- Sois unos proxenetas hijos de puta. Y vosotras, me extraña que queráis estar con semejante gentuza. Insultan a las mujeres, las tratan como objetos, sólo hablan de chupar pollas.
- Jajaja, que cabrón, Amenofis. Eres un jodido hijo puta sin suerte, jajaja ¡¡
- GGG, Siempre me lo digo, sí, GGG. Ven aquí, Amenofis, GGG.

Me abrazan y sientan a la mesa, me obligan a beber y brindar con ellos. En ningún momento discutimos de fútbol, ni hablamos de Alice Cooper, y poco a poco me doy cuenta que tampoco soy tan diferente. Todo pasa de forma natural, tan natural que olvidé mi cita de esta tarde.

Hasta que le ví allí, sentado en su esquina, pidiendo otro gin tonic, que tiene que explicar cuantos cubitos lleva, y de qué marca es la ginebra. La camisa es casi igual que la mía, y también tiene dos cortes de afeitado, uno a cada lado del labio inferior.

- Ram, jodido, ven a sentarte aquí con nosotros, coño.

(Relato que termina saga, y que se debe a la "presión" de Mila para que Amenofis escriba algo, de una parte, y a la necesidad de cerrar etapas, de otra. Si puede ser terminaré también la otra saga que tengo pendiente... )

sábado, 18 de noviembre de 2006

Muñoz Grandes, esquina General Ricardos (Final)

Ram me miró con cara de pocos amigos, es decir, como siempre. Llevaba allí dos horas y el alcohol comenzaba a mostrar sus efectos. Por un momento pensé que enfrentaríamos físicamente nuestros escasos centímetros en una batalla de machitos.

Debí saber, aunque siempre lo supe, que no es el cara a cara una de sus principales virtudes. Que únicamente a la espalda, desde lejos, es capaz de disparar, amenazar, o vomitar odio. Se levantó a pagar las copas y tuvo que volver a repetir al camarero qué se había tomado y cuántas veces.

- ¿No me dices nada? ¿Ni te despides siquiera? Me estoy perdiendo un capítulo de C.S.I Las Vegas por estar contigo.
- Vete a la mierda. Tú eres como ellos. Déjame pasar.

Durante mucho tiempo fue lo único que me mantuvo vivo en este mundo, las ganas de tenerle a la cara. Y en el último momento le fallé. Le traicioné con los que consideraba sus enemigos. Nosotros, que nos creíamos tan iguales, ¿eramos diferentes?.

Cuando me senté a la mesa de los malditos las cosas seguían igual, bebían, reían, se insultaban de forma tan cariñosa que los hijos de puta, cabronazo, y "simbergüenza" eran como los gifs animados en francés a los que yo estaba acostumbrado “Bonne journée, je vous aime” “Amitié pour tous”. Hijos de puta. Cabronazos.

No me integré de nuevo en la amistosa reunión. En el fondo me sentó mal que Ram me dejase así. Sin peleas, sin discusiones, sin tomarse una copa conmigo.

Farruco Jones, desde su esquina, con las gafas de sol incluso dentro del garito, su impenitente cigarro y su aire displicente se levantó un segundo y acercó una banqueta a mi silla. Todas y todos le dejaron pasar. Cuando él hacía un gesto esperaban su frase, esa frase que acabaría con las especulaciones, que crearía un silencio que acabaría en risas, en escándalo y en intentos vanos de superarle.

- Qué pasa, enano. Se fue el llaverito, ¿no?
- No lo entenderías, eres distinto. No eres como nosotros. La mitad de las mujeres del bar están pendientes de tu calva. Te las follarías a todas una detrás de otra.
- Igual que tú, joder. No seas simple.
- Qué fácil, me sentáis a vuestra mesa y ya soy como vosotros. No es tan fácil. Soy un enano resentido. Tú lo has dicho mil veces.
- ¿Y todo se reduce a follar un día? ¿Ese es tu problema?
- No es eso, joder. Quiero que la gente me lea, como a vosotros. Que se ría conmigo, como con vosotros. Quiero que la gente me respete, como a ti. Y sí, me gustaría que alguien follase de vez en cuando conmigo. Sin pagar, para variar.

Encendió un cigarrillo y apuró la copa de Jack Daniel’s con naranja que estaba bebiendo.

- No creas que todo es como parece. Es posible que no te gustase parecerte a mí.
- Joder, Farruco. Me gustaría parecerme a ti. Eres el puto amo. No hay nadie aquí que escriba como tú. Y no sólo eso, joder. No hay nadie aquí que folle como tú. Y no sólo eso, joder. No sólo eso. No hay nadie aquí mejor que tú.
- Amenofis, eres gilipollas.
- Sí, lo sé. Un jodido enano gilipollas.
- Ni más ni menos. Esta noche vamos a emborracharnos juntos.

Farruco me largó un brazo por encima del hombro y me volvió hacia aquella banda de barbudos y mujeres risueñas. Nunca estuve en una mesa con tantas mujeres, salvo en el funeral de un tío mío. Y no era lo mismo evidentemente.

- El enano y yo nos vamos a dar una vuelta. Ahí os quedáis. Portaos mal.
- ¿Os vais? Joder, si nos íbamos a Lavapiés a comer en un marroquí y seguir la juerga,
- Otro día. Hoy es muy posible que éste y yo nos vayamos de putas.
- Jajaja, qué cabrones.

Salgo detrás de él y en la calle se me pone a la altura. No quiero mirar arriba, me intimidan su cara, su porte, su cigarro, su intelecto. Entramos en el bar que está justo a la vuelta. No hemos andado ni cincuenta metros.

El camarero nos ve inmediatamente, qué diferencia ...

- ¿Señores?
- Dos Jack Daniels, secos. Con una rodaja de naranja.

Él me deja la esquina de la barra, me coloca en su sitio, ese que domina todos los rincones de cada bar de España y California. Subido a la banqueta, con una copa de algo que nunca he bebido y mirando al frente creo que todo podía haber sido diferente. Alguien que pasa cerca de mí habla de la alineación de mañana del Real Madrid y me doy cuenta que me importa tres pepinos. Prefiero oir historias de ese periodista que se llamaba Hunter S. Thompson.

Media hora después observé que una chica rubia, muy guapa, no le miraba a él. Todas las del bar ya lo habían hecho. La primera mirada femenina que no era para él.

Gracias, Farruco.

sábado, 4 de noviembre de 2006

Celos

Tengo celos de ese al que le escribes
Ese estúpido pinche mal encarado
Celos del cura de tu parroquia
De tu primer novio

Del camarero que te mira
Celos de los albañiles
Obscenos de esa obra
Del amigo de tu hermano
Celos de tu primo, el mayor

Celos de todo el mundo
Quiero que seas mía
Que no haya nadie en tu cama
Cuando recuerdas mi fotografía

Celos del boticario, de sus aspirinas
Del panadero, del librero,
Celos del médico
Que te pone las manos encima
Celos del mundo que nos separa
Celos de la misma vida
Que te regala cada mañana.

Yo tengo celos de todos
del mundo, de tu mujer,
de las otras mujeres
con las que te has acostado
de la vida, del tiempo
de tu cama, de tu tierra
celos de tus montañas.
tengo celos,
porque no te tengo
aquí conmigo.


Soy tan celosa que te guardaría
en una caja de madera
y me aventaría contigo al mar...