miércoles, 21 de mayo de 2008

El regreso

El primer Albanta, y la participación de este modesto faraón, rescatado del pozo de la memoria ahora que se cumple un añito más o menos. Qué tiempos ...



El Regreso

Un día cualquiera del siglo XIII o XIVde nuestra era, en algún lugar cualquiera de Al Andalus ...

- Trae, dame eso.
- No, no creo que debamos hacerlo. ¿Por qué romper algo tan hermoso?
- Me las darás, ahora mismo.

Con violencia comenzó a golpear sobre la piedra. Los fragmentos de piel saltaban mezclados con los jugos, un aroma acre y dulce invadía el ambiente. Al fondo la mujer se sentó mirando al suelo, aunque acostumbrada a sus arrebatos seguía sintiendo la sorpresa. ¿El miedo? No, miedo no. Simplemente, quedó sumida como siempre, en un profundo desconcierto.

- Pon el caldero a calentar. Y echa eso dentro.

Grandes ojos abiertos, meticulosidad para separar cada parte, cada despojo, tirando a un rincón sucio la piel, los pelos, quedándose con lo que podría decirse más tierno y granado. Parecía imbuido de la grandeza de lo que estaba haciendo, aún sin tener constancia, nunca la tendría, de lo importante de aquel momento.

- ¿Cómo está el fuego?
- Para, por favor. Lo estás estropeando todo. Aún podríamos explicarlo ...
- Calla, mujer, y obedece. Debe quedar casi líquido, el fuego lo conseguirá.

Antes de arrojar al caldero lo tan escrupulosamente seleccionado tuvo dudas. Pensó si no sería mejor machacarlo también, darle golpes hasta reducirlo a polvo. Una sonrisa se dibujó en su cara mientras se decía en voz alta: "Después, eso lo probaré después. Jajaja. Siempre podré volver a repetirlo. Jajaja".

La mujer sabía que a partir de ese momento las cosas no serían como antes. Había llegado demasiado lejos esta vez, y no sería capaz de ocultarlo como en tantas ocasiones. Su vida cambiaría, y quizá ya nunca volviesen a la casa del Emir. La considerarían cómplice aunque dijese que la obligó, aunque explicase que era su marido, que debía obedecerle, que le tenía respeto y hasta miedo. Nada de eso bastaría. Una abeja revoloteó cerca de ella y se posó en su mano, al espantarla le vió cargando en la canasta de mimbre lo que estaba sobre la mesa. El Emir se enteraría de lo que pasaba en sus cocinas. Nada podía parar aquello.

Cuando cayó la preciada carga sobre el fuego chapoteó un segundo antes de sumergirse lentamente en la caliente y dulzona caldera. No sería fácil reconocerla después. El aroma lo invadió todo cuando con una pala de madera comenzó a mover la mezcla. Aún no sabía como terminar con aquello. En su imaginación se veía esparciéndolo en la mesa y cortándolo en pedazos, mientras aún estuviese caliente ...

Hoy, en cualquier lugar de la Comunidad Autónoma Valenciana

Las batas blancas se movían, empujadas por sus dueños, como marea de inmaculada limpieza y eficacia. Hojas de dorado metal se apilaban cerca, esperando envolver, cual trajes espaciales, el fruto de un trabajo que cientos de años antes fue alquimia.

Ahora no hay misterio, y la emoción se traslada a otros lugares. Se perdió durante la repetición de siglos. Sin embargo, desde entonces cada invierno, el turrón regresa con nosotros ... Vuelve, a casa vuelve ... por navidad .

No hay comentarios: