miércoles, 10 de febrero de 2010

Porque era suya

- Se va a cagar la perra – Musitó entre dientes mientras asía la vieja Browning de dos cañones.

- Me cago en su puta madre – Masculló oteando al inmenso azul tras la ventana a través de la mirilla. Sopló el polvo acumulado y después pasó un paño aceitado por el cañón y la culata.

- Será hijo de la gran puta – Casi gritó ya sin contener tanta rabia acumulada mientras hurgaba en la caja de municiones, descartando los cartuchos que parecían más hinchados. Demasiado tiempo guardados en aquel armario.

- Se va a enterar el cabrón ese, lo mato, es que lo mato – Los ojos inyectados en sangre parecían estallar de sus cuencas mientras metía la munición en el arma.

- Aunque quizá … - Los brazos descansaron un momento, sin soltar la lupara, y reflexivo alzó la mirada hacia la habitación donde descansaba ella abrazada aún, estaba seguro, al maldito usurpador.

- Ni de coña, me lo cargo – Decidido, salió del viejo pabellón de caza, cruzó el patio y entró en el caserón. Devoró los escalones de dos en dos y de un portazo se plantó en el quicio de la puerta de la que iba a dejar de ser, momentos después, alcoba nupcial.

- Hijo de la gran puta, defiéndete.

Cupido, aún acurrucado al cuerpo desnudo de su mujer, tuvo tiempo de alcanzar su arco, pero hace siglos que sabemos que las armas de fuego son más rápidas que las flechas. Descerrajado por las postas la sangre que manaba de su pecho manchó de rojo las impolutas plumas blancas de su ala izquierda. El mundo pasó a ser, instantáneamente, un poco más sensato. Y mucho más aburrido.

No hay comentarios: