miércoles, 7 de febrero de 2007

Sierra Maestra



Y entonces, en algún lugar se oyó, cansina, repetidamente ...

"no puede ser que no vuelva......no puede ser".


Esta letanía desconcertó a aquel que permanecía postrado en su pobre escondite desde aquellos lejanos días de la partida de la guerrillera. Tan desconcertado estaba que pasó horas mesándonse los escasos cabellos que poblaban su anciana barba y repitiéndose "no es ella, ella no diría eso, no es ella, ella no diría eso".

Porque aunque era su voz la que penetró con aquel mensaje en su mente, no podía reconocer a la guerrillera en alguien que dudaba de sí misma. ¿Quién podría esconderse?, ¿quién intentaría luchar contra aquella mujer tan poderosa?. Nadie, nadie podía pensar en luchar y ganar, ni tampoco en huir y esconderse.

Y lo más importante, ¿quién no querría encontrarse con ella?. Él sabía que cualquiera que ella buscase iría rápidamente a tirarse a sus pies, gustoso, feliz, orgulloso de ser el poseedor de una mirada suya, una mirada de la reina de Sierra Maestra. Cualquiera se postraría ante ella sabedor de que no era derrota, sino el orden natural de las cosas.

Reconocer la fuerza del trueno cuando aparece no es una derrota. Pensar que el yampo que ha iluminado el cielo, un instante antes, es para tí ... eso es la gloria.





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