lunes, 12 de marzo de 2007

¡ Arde París ! Parte III, el Final

- Ça va, ça va, tu as raison

Se sentó fatigadamente a mi lado y estiró la cabeza hacia el cielo. Su cuello, pequeño, perfecto, quedó expuesto al ansia devoradora de Antonio, que estuvo a punto de convertirse en vampiro depredador diurno, si no fuese por las convenciones sociales que convertían el vampirismo en algo mal visto. Únicamente emitió un prolongado suspiro.

- Pufff ...
- ¿Qué pasa?
- No, nada, pensaba ...
- Ya. Yo también he estado pensando. Y me dí cuenta de que no me sigues. En realidad lo que pasa es que somos dos pobres "turistas - no turistas" paseando solos por Montmartre.
- Sí, algo así. ¿Vives aquí?
- Que manía, cuantas preguntas.


Otro trueno, y los primeros goterones hacían algo más que amenazar con una inminente tormenta. Cuando las gruesas gotas caían por la cara de la diosa rubia, bajando hasta su escote, se encontró con la mirada sonriente de la chica. Era evidente lo que estaba mirando y también el daño que en las pobres defensas del macho causaba y la chica lo sabía perfectamente.

- Jajaja, anda, vamos, nos pondremos a cubierto antes de empaparnos.

Le cogió de la mano y tiró de él escaleras arriba, hacia Sacré Coeur. Cuando estaban ante la puerta del templo el agua caía con fuerza. La chica corría y reía y a nuestro madurito Antonio le costaba seguir su ritmo. Perseguirla mientras la camisa se iba mojando, mostrando su piel tras el rosa tejido era absolutamente hipnotizante. Bajo una cornisa la paró y pidió un descanso. Al tirar de ella hacia sí sus rostros casi tropezaron. No pensó lo que hacía, pero sabía que debía besarla, allí, bajo la lluvia de París. Aunque fuese lo último que hiciese en la vida.

La atrajo hacia él cogiendo su carita con las dos manos. Un beso en los labios, dulce, suave, que fue correspondido por la chica, primero, y convertido por ella en un lujurioso recorrido de lenguas, dientes y boca. Cuando se separaron tenían más prisa que nunca por llegar a un destino incierto, pero deseado.

El cielo comenzó a abrirse tan rápidamente como antes se había cerrado. El sol del verano volvía a remontar las calles del viejo Montmartre. Empapados, riendo y besándose caminaban buscando un café, era lo pactado. Entraron en un local de Rue Noryns, atestado de gente refugiada de la tormenta. Tan complicado era tomar café y tantas ganas de tocarse tenían que salieron corriendo, sin hablarse, a la puerta bajo la que se anunciaba “Hotel *”. Un antiguo y pequeño edificio, una pensión, en la que la recepcionista les dio una llave casi antes de que pidiesen nada. Por las escaleras seguían enlazados, acariciándose, descubriéndose.



En la habitación él le quitó rápidamente una camisa mojada que hacía rato había dejado de evitar que las manos del hombre le tocasen todo el torso desnudo. Cuando aparecieron los pechos se arrimó a beber con fruición, con ansia, al mismo tiempo que con delicadeza y cariño. Lengua alrededor del pezón, ligeros mordisquitos y chupetones y cuando crecían los metía en la boca hasta arrancar gemidos de una niña que le acariciaba el pelo y la espalda. De uno a otro, hasta que ella le levanta para quitarle también su camisa y se enlazan en besos, y caricias. La tiró sobre la cama y le quitó el pantalón. Mientras hacía lo mismo con el suyo ella se quedó completamente desnuda, aunque no precisamente expectante. Se arrojó sobre la espalda del hombre, besando, acariciando su pecho y urgiéndole a quitarse el calzón, con ansías de atrapar con su mano el sexo del compañero de paseo turístico. Moverlo arriba y abajo un par de veces, mientras seguía abrazada a la espalda de él les hacía sentir muy cerca, tremendamente cerca.

Giró sobre si mismo para enfrentarse a la chica y volverla a besar, para volver a tumbarla en la cama y buscar con la boca sus pechos, su vientre y su sexo. Se quedó allí abajo, aspirando aromas de mujer, tocando con su nariz vello rubio y frágil, lamiendo y besando justo allí donde sabía que ella le demandaría si pudiese hablar. No lo hacía, porque gemía y temblaba ante las caricias propinadas por el, hoy sí, caballero español. Los fluidos de la chica empaparon la cara del hombre, ella dejó de apretar su cabeza contra su sexo y le atrajo hacia arriba. Otro beso, largo, muy largo, mientras la chica le cogía los testículos y el pene para sopesarlos, medirlos, conocerlos, o simplemente, pedírselos.

Coger un preservativo de los muchos que no gastó durante su aventura parisina y colocárselo fue el preludio obligado de una penetración fácil, las piernas de ella a la altura de su cara, los movimientos del hombre rítmicos y continuados. Ambos se gozaban en esa posición de manera urgente y animal. Casi como había sido toda su relación. El orgasmo del hombre coincidió, cosas de la suerte, con uno de la chica. Cayeron juntos en la tranquilidad, en el relajo de después del amor. Las piernas engarzadas, las caras juntas, los brazos sosteniendo el uno al otro. Ahora los besos eran tranquilos, suaves, tiernos. Sin palabras, no tenían mucho que decir.

Así estuvieron durante media hora, mirándose el uno al otro, sin hablarse, pero sin dejar de tocarse. Cada centímetro de piel fue escudriñado por dedos y boca, cada arruga, pliegue, verruga, lunar y cabello fueron memorizados. Cuando notaron que la necesidad de amor les urgía de nuevo la chica se acercó con su boca al sexo del hombre, jugó con él hasta dotarle de la dureza que necesitaba y le colocó ella misma el segundo condón. Esta vez todo fue mucho más tranquilo y pausado. Se miraban, se acariciaban se querían. Consiguieron el éxtasis deseado de manera tranquila y tierna.

Mientras se duchaba ella le esperó sentada desnuda, los ojos cerrados, ahora parecía la Isabelle Huppert de sus sueños franceses.



- ¿Cómo te llamas?
- ¿Importa ahora?
- No, claro. ¿Volveremos a vernos?.
- Supongo que no. Y deja de hacer preguntas de una vez.

Salió primero del hotel, caminó despacio hacia la escalinata del funicular. La cabeza le daba vueltas, sin conseguir asentar ningún pensamiento.



Cuando estaba a punto de comenzar a bajar sintió el tirón del brazo. Sí, era ella.

- Claro que sí, bobo.

FIN

(Fotos gg, excepto la de Isabelle Huppert, que pena ...)

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