sábado, 10 de marzo de 2007

¡ Arde París ! Parte IV, El Retorno

- Allez, dame tu teléfono. Te llamaré.
- ¿Lo harás? Pasado mañana vuelvo a España.
- Ah, en ese caso no, bobo.

Oir eso y quedarse inmóvil sobre la escalinata fue todo uno. La rubia guardó la tarjeta en el bolso y sonriendo se dió la vuelta y corrió hasta desaparecer entre la multitud de turistas. Nuestro maduro protagonista, desanimado caminó sin saber si estaba contento o triste. Estaba cansado, de eso sí estaba seguro.

La última jornada de oficina transcurrió rápidamente, hasta la chica de recepción le saludó de manera alegre, él supuso que era despedirle lo que la hacía estar tan contento.
Aunque su maltrecho orgullo de caballero español había tenido, el día anterior, una cierta rehabilitación.

Decidió dar su último paseo por Montmartre, pensando en encontrarse con ella de nuevo. Sólo pensaba en eso, en un nuevo encuentro con la diosa rubia de ojos azules ¿o eran verdes?. No podía precisarlo en ese momento, pese a que recordó estar dentro de esos ojos durante instantes que le parecieron años de felicidad plena. Justo antes de entrar en la estación de metro recibió un sms sin número identificativo "Á la tour, 6 h". ¿De ella? ¿De quién si no? Nadie más le mandaría un sms. Salvo que fuese un error, alguien citándose con otro alguien en la torre, a las seis. ¿Sería un error? ¿Marcaría alguien un número de entre nueve que le hiciese aparecer a él en la torre a las seis?. Daba igual. Estaría allí, París bien vale una misa. También vale un rato de espera, o una desilusión. Al fin y al cabo, aún no la había visitado ...

Muchos dicen que las mejores vistas de París se consiguen desde la Torre Eiffel, precisamente porque desde ahí no se ve ella misma ... La omnipresente torre estaba siendo contemplada, por primera vez desde cerca, por nuestro turista accidental.



A los pies de la Torre, entre la habitual marabunta de turistas, la cola de los que iban a subir, los músicos callejeros, los vendedores de botellas de agua, los paseantes, los despistados ... allí apareció Antonio casi con 15 minutos de adelanto. Buscando de un pie a otro, intentando encontrar los reflejos rubios al viento, el andar gracioso o incluso aquella blusa que tanto le gustó quitar. A la hora en punto, otro sms “q haces ahí como un bobo?, dije en la torre”. Joder, ¿qué quiere decir?. Estoy en la torre. ¿O no? ¿Me está viendo? ¿Dónde está?. Mirar hacia arriba para comprender algo y comprenderlo todo ... En la torre, no a los pies de la torre, que imbécil. Por otro lado, ahora estaba seguro, no se trataba de un error, era ella. Se encaminó a la cola de los ascensores, para conseguir un ticket, y ante la pregunta primera planta, segunda o cumbre decidió subir por las escaleras. No estaba para arriesgarse a no encontrar a la juguetona rubia. Comenzó a subir con la esperanza de encontrarla en el restaurante de la primera planta. Y allí estaba ella, riendo al verle llegar casi ahogado, espolvoreándose agua por el rostro. Matándole de nuevo con sus ojos verdes. Se sentó a su lado, casi sin poder respirar y dando gracias al cielo por haberla encontrado.

- Me alegro de verte, gracias por llamarme.
- Jajaja, que bobo eres.
- No, en serio. Pensé que jamás te volvería a ver.

Se levantó riendo y corrió escaleras arriba, dejándole con un palmo de lengua y una cara de imbécil de las de libro de imbéciles. Sacó fuerzas de flaqueza e intentó, torpemente, correr tras ella. Tan sólo consiguió dar un par de traspiés y toser como un anciano fumador. Ya no era el de antes, estaba claro. Cuando giró para acometer el segundo tramo de escaleras la rubia estaba allí. Le atrapó y besó furiosamente, volviendo a dejarle sin respiración. Metió su mano por detrás de la camisa y le clavó suavemente las uñas pintadas en la espalda. La gente pasaba al lado de los amantes, nada sorprendida, todo es posible en París. Alguno escandalizado, más por la evidente diferencia de edad, o la envidia, o ambas cosas que por el casi inocente acto de amor que se estaba desarrollando.


- Vamos a subir, iremos en ascensor, quiero que llegues vivo hasta el final, te necesito.
- ¿Me necesitas?
- ¡¡ Que no hagas preguntas ¡¡

Subimos en el ascensor, abrazados, besándonos. Comiéndonos mientras a los pies quedaba la más bella ciudad del mundo. Una vez arriba nos asomamos a la ciudad, desde allí se veía todo, aunque nos quedamos mirando Sacré Coeur, el escenario de nuestro primer encuentro.



Besos, caricias, abrazos, risas entre dos desconocidos. Excitación física que crecía por minutos, urgencia de completar, aún en público, el ardor amoroso que les invitaba a la entrega y el juego.

París, la tarde, de nuevo una tormenta. Las gotas golpeaban el metal de la torre creando una suerte de sinfonía sobrenatural. La lluvia hacía otra aparición mágica entre los dos. Bajaron abrazados despacio, entre la multitud que abarrotaba los ascensores. Cuando estaban en el pie, cogidos de la mano, caminaron hacia el Campo de Marte. Un poco más allá, otro pequeño hotel. Otro escondite donde concretar su cada vez más amplio conocimiento físico. Quizá, algo más.

- ¿Me dirás como te llamas?
- No, ya no te hace falta. Te vas a España mañana.
- Sí, es cierto. ¿Y tú, cuando irás a España?
- No, por favor, no me hagas más preguntas. Tengo tu tarjeta, y tu recuerdo, bobo.

¿ FIN ?

Títulos de crédito para toda la serie "Arde París".


Según una idea y argumento de : Dangereuse
Texto: Amenofis
Ambientación, decorados y vestuario: Dangereuse
Localización de exteriores: Dangereuse y Amenofis
Música: Dangereuse y Amenofis
Fotos: gg (excepto las de Marisol e Isabelle Huppert, que pena)
Encanto, alegría, amistad, cariño y entrega: Dangereuse

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