domingo, 20 de agosto de 2006

Relato erótico con mi ex

Hello, coleguis. Antes de que comencéis a leer tened en cuenta una cosa. El siguiente relato es ERÓTICO, por lo tanto contiene expresiones que algunos consideran fuertes. Es erótico, pero no es MACHISTA, NI PROXENETA. I, el Faraón que no sabe francés lo publico en este blog porque mi BLOG ES MÍO.

El relato que vais a leer lo escribimos entre una persona y yo. En realidad, esa persona es MI EX, y como no le he pedido permiso para publicarlo no diré su nombre ni la ciudad donde ocurrieron los hechos. Así que nunca sabréis por mí que la GUARRA DE MI EX es de Valencia y se llama Lidia Pérez. ESTÁ CASADA LA MUY GUARRA, Y SE ACOSTÓ CONMIGO.

Tengo que advertiros que, aunque la historia es de los dos, la literatura es mía, ya que a ella no se le da muy bien eso de escribir. Eso sí, LAS FALTAS DE ORTOGRAFÍA SON DE ELLA, LA GUARRA DE MI EX. Y allá va ...


Sucedió una noche


No, no me acerqué a aquella anónima ciudad (Valencia) conduciendo mi coche. Yo no tengo carné, ni coche, ni sé conducir, como por todos es sabido. En cuanto el tren se acercó a la estación pronto se apoderó de mí una sensación de desasosiego, de dudas, de temores.

¿Qué pensaría de mí? ¿Le gustaría tanto como me decía en el chat de mipasado? ¿Me mandaría muakis y petos después de conocerme?. Yo había intentado estar lo más atractivo posible, mi camisa de satén y sus caracolillos destacaban entre la convencional vestimenta de aquellos catetos que andaban por la estación. Sabía que estaba rodeado de gente vulgar, pero también sabía que ella estaba esperándome ansiosa. Pronto llegué a la cafetería, y allí se encontraba mi amor.

La reconocí casi inmediatamente, de espaldas a la cristalera, un café humeante y un donut de chocolate le hacían dulce compañía hasta el momento en que llegase su amorcito.


- ¿Lidia?
- No, se equivoca, señor
- Sí, eres tú, estás más vieja que en la foto de tu perfil, y más gorda, pero eres tú, no lo niegues.
- Esto, bueno, sí, Amenofis, pero es que ... creo que no estoy preparada.



Al oir esas palabras comprendí por qué se le cayó medio donut sobre el café cuando me vió cerca de su mesa. Mis ciento cincuenta y nueve centímetros de forofo del Arsenal la habían conmovido tanto que le costó incluso recordar su nombre.

- No tengas miedo, Lidia. Nos queremos, muakis, muakis, y ya lo hemos decidido. Además, el hotel está ahí mismo. No perdamos tiempo.
- ¿No quieres tomarte un gin tonic y lo hablamos antes un rato?. De verdad, Amenofis, creo que no estoy haciendo lo correcto.
- Lidia, mira, se acabó, al hotel y punto pelota.

Mi determinación pareció convencerla. Ella no podía luchar contra sus deseos, sabía que era presa de su excitación y que teníamos que cumplir todo aquello que habíamos escrito en nuestras sesiones de chat.


Yo nunca había estado en un hotel. En la mili dormía en un pabellón, y en mi viaje de COU, a Granada, lo hicimos en una pensión, y del papeleo se encargó el Padre Joaquín, el de filosofía. Aquella semana en Amberes, en casa de Eric. Eso fue otra cosa, y no era el momento de recordar aquellos días. Pero un hombre de recursos, con trabajo fijo, no iba a amilanarse ante la recepción del hotel. Me acerqué al jovencito que atendía la recepción y le espeté sin dudarlo:

- Niñato, la llave de la habitación que encargó la Señora Lidia Pérez. Es señora porque está casada, que conste.
- Sí, señor, aquí la tiene.
- Vale, y antes de subir me vas a preparar la factura, a este nombre – Le entregué mi DNI – pero me la divides en dos iguales.
- Señor, disculpe. Eso no se puede hacer, una habitación, una factura.
- Vamos a ver, proxeneta, que eres un proxeneta. Yo soy partidario de la pareja, vale, pero también de la separación de bienes. Así que me haces dos facturas y punto pelota.


Nuevamente tuvo que ser mi superior condición humana la que se impusiese y dejase claro que con Amenofis no se mete nadie. Pero la bondad de mi corazón pudo más que el coraje que sentía en ese momento contra el niñato. Mientras redactaba las dos facturas, intenté acercarme amistosamente.

- Qué, chaval, que buen partido el de ayer ¿eh?. El Liverpool no pudo con el Arsenal.
- Perdón, señor, no entiendo nada de deportes.


Otro desecho humano. Tenía que haberme dado cuenta nada más llegar a su mostrador.

- Tú estás estudiando ¿no?
- Sí, señor. Bellas Artes
- No, si ya me lo barruntaba yo. Acabarás siendo amigo de los maricas y perdedores. Y oye, el hilo musical tiene algo de rock, no sé, ¿algo como Alice Cooper?
- No, señor, pero la televisión tiene los canales digitales. Sintonice vd. los 40 latinos, si le apetece.


Joder, otro que quería hacerme tragar con el marica de Alejandro Sanz. Mi indignación subía por momentos, pero tenía que centrar mis energías en otro punto. Ya tendría oportunidad de decirle cuatro cosas al niñato.


Lidia permaneció ajena, como en una nube, durante todo el tiempo que duró la conversación. Seguro que la batalla interior que libraba, el deseo y el deber, la mantenía en una especie de estado casi catatónico. O eso pensé yo mientras la ayudaba a entrar en el ascensor. Luego me dí cuenta que era la excitación que le producía mi cercanía la que la estaba elevando a categorías más allá del placer.

En el ascensor empecé a sobarle los grandes y generosos pechos sobre la ropa. Y nuestras lenguas se buscaban desesperadamente.

- No, Amenofis, en la boca no, por favor.
- Mejor te chupo las tetas, tienes razón.
- ¿Qué habitación es?
- La 102.
- Menos mal.
- Sí, muakis, muakis, si es en la quinta planta lo hacemos sin salir de aquí.

Estábamos impacientes por entrar en la habitación. Tanto que ella incluso confundió la salida de incendios, la escalera, por la puerta de la chambre. Era la única que estaba abierta.

- Tranquila amor, que ya estamos dentro. Voy a desnudarme.


Tardé tan sólo un suspiro en quedarme desnudo delante de ella. Su cara de asombro al tenerme como tantas veces había deseado la hicieron exclamar ansiosa.

- Dios mío, dios mío
- Venga, prepárate que me voy a poner un condón. Oye, por cierto, que me debes 15 céntimos del plástico, que tú sabes que esto va de separación de bienes.


Sabía que estaba llegando el momento crucial de la noche. Yo estaba preparado para dar de mí toda la capacidad amatoria que había aprendido a lo largo de mi dilatada vida. Pero en ninguna película XX había visto como se colocaban el condón. O lo hacían a pelo o la cámara miraba para otro lado en ese momento crucial. Cuando rompí el tercero sin llegar a enfundármelo tomé de nuevo las riendas del asunto.

- Ya está, cariño, muakis muakis, allá voy


Que ella estuviese tumbada en la cama, vestida aún, me descolocó durante un instante. Pero no lo suficiente como para darme cuenta de que era más viciosilla de lo que yo pensaba. Sin dudarlo me arrojé sobre el objeto de mi deseo y comencé virilmente a bombear durante cerca de veinte segundos que debieron parecerle eternos.

- Aggg, agggghhh, puuuntooooooo pelotaaaaggaggggghhhhh


Mi virilidad se derramó sobre ella. Y yo, henchido de amor, le pregunté.

- Mon amour, ya he terminado, y tú ¿has terminado conmigo?
- Sí, hace rato que he terminado contigo.

Lo sabía, ¡¡ hace rato ¡! Ella llevaba largo rato instalada en las cumbres del placer. Y todo eso se debía a mí y a mi bien entrenada técnica amatoria. ¿De qué tenía miedo?. Nada de papeles, ni de iglesia, pero la pareja era algo para lo que estaba preparado.

- Amenofis, tengo que irme
- Claro, amor, lo entiendo. Sé que te debes a tu familia, a tu marido. Mientras no seas una guarra casada que se acuesta con cualquiera lo entenderé.
- Ya, bueno, ya hablamos, ¿vale?
- Sí, pero deja antes de salir la mitad de lo de la habitación. Lo de la separación de bienes, claro. Y de condones van a ser 45 céntimos. He utilizado tres. No quería hacerte daño.

Lidia dejó el dinero sobre la mesita y después de limpiar el pantalón ya estaba lista para partir. Cuando abrió la puerta.

- Lidia, Lidia, ¿me quieres?. Petos, muakis, muakis.

Ella pronunció un inaudible “_______” que sólo tenía una traducción. Entre los dos había nacido algo muy fuerte.

En ese momento recordé que teníamos tele digital. Sabía que hoy repondrían dos capítulos de CSI Las Vegas y otros dos de Nueva York. Tras los crímenes resueltos me quedé dormido hasta la hora de abandonar la habitación. Lástima de récord Guinnes.

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