miércoles, 6 de septiembre de 2006

Ven

Ayer me encontré con él. Los dos, por fin cara a cara. Empujando los carritos mientras nuestras mujeres cogían y soltaban paquetes por el hipermercado. En realidad yo no le vi. Sólo noté como giraba su carro para saludarme. ¡¡ Qué pasa, cuánto tiempo ¡!.

Sí, mucho tiempo. Para tí una eternidad. Tenías ganas de verme desde que te enteraste. Pero también tenías que encontrar una excusa. No te hizo falta. Ayer tropezaste conmigo.


Sí, sé que te enteraste. Sé que nos viste juntos en la cafetería. Y sé también que hay mucha gente dispuesta a contarte todos los chismes que te interesan. Aún sin saber que te interesan. Aún sin saber que son chismes. La gente habla de la gente. Todos ponemos oidos muy atentos cuando algo nos toca en lo más profundo. Y tú siempre estás atento a cualquier cosa que se diga de ella. Han pasado diez años y quieres seguir pendiente de cada uno de sus movimientos.


Está conmigo. Y tú lo sabes. Lo sabes porque la conoces. Lo sabes porque me conoces. Y hasta crees estar seguro que hace más de un año que está conmigo. Justo desde el momento en que dejó de atender tus llamadas. Estás seguro aunque únicamente has oido un par de veces que somos amigos. Al principio sólo eran sospechas. Hasta que pasaste junto a aquella cafetería. Nosotros también te vimos a través del cristal.


No te atreviste a entrar. ¿Qué hubieses dicho? ¿Hola, me alegro de veros?. No, no podías decirnos nada. Seguiste andando, sin volver la cabeza. ¿Sabes? Me miró y dijo “mejor”. Sí, mejor. No has vuelto a llamarla. Sólo una vez, aquella misma noche. Pero tampoco conseguiste que te hablase.


Lo sabes. Estás seguro. Y yo estoy seguro de ella. Esta vez te he ganado. Aunque no estaba compitiendo contigo. La tengo a mi lado. Me llama. Ven. Y yo voy. Abrázame. Y la cojo y la aprieto contra mi pecho. Hazme el amor, fóllame. Sí, ahora soy yo el que recibe sus mensajes. Tspero dnd siempre 30 min. tk.


Olvídala. Y éste es un consejo que sé imposible de llevar a cabo. Yo tampoco podría olvidarla aunque pasasen cien años. Has tenido hijos, has levantado un negocio. Pero no puedes olvidarla. Te entiendo. Yo tampoco puedo hacerlo. Y sé que cuando me deje querré cruzarme contigo, y comprenderte aún mejor de lo que te comprendo ahora.


En este momento sólo puedo pensar en que esta noche dormiré otra vez en una cama en la que hay otra. Que estaré de nuevo contando las horas hasta recibir su llamada. Su mensaje. Ven. Como tú has estado contando los meses y los años. No te va a llamar más. Está conmigo.


Ayer no podías decirme nada. Justo después de mirarnos, al estrechar las manos delante de nuestras mujeres, ya nos lo habíamos contado todo. Déjala, tiene que volver conmigo, le daré todo el dinero que me pida. No quiere tu dinero, me quiere a mí, y volverá a demostrármelo mañana mismo.


Adiós, amigo. Te entiendo.

No hay comentarios: