sábado, 13 de enero de 2007

Crimen Pasional (I)

Le despertó un telefonazo a las cuatro de la tarde. Sábado cuatro de la tarde. Los criminales no respetan ni las más sagradas tradiciones hispanas. ¿No pueden esperar al lunes para asesinar?.



El Inspector García se puso en marcha con la celeridad que el caso merecía. Ninguna, el fiambre no se iba a ir de allí. Así que se desperezó, tomó un café con su mujer, hablaron de la hipoteca, del viaje de fin de curso de la niña, de su cuñada ... Dos horas más tarde, aparcó frente a la casa. Nada más llegar comprobó con cierta envidia como los chicos de la policía de barrio se empleaban a fondo en separar a los curiosos de la casa. Añoraba aquellos tiempos de uniforme en los que siempre podía largar algún que otro sopapo a un auténtico inocente. Desde que ascendió sólo había pegado guantazos a presuntos asesinos. Asesinos, su instinto aún no le había fallado. La Medalla de Oro al Mérito Policial tenía su número de placa grabado desde hacía años. Sólo la envidia y la política impedían que colgase de su uniforme de gala. Por ahora, se decía ...



Aquel documental de National Geographic le había cabreado profundamente. Le molestaba la ligereza y superficialidad con la que trataban lo que era su vida. “Un día en un laboratorio forense” no era más que propaganda de los servicios forenses del FBI, escondía la verdad de todo el trabajo. Se quedaban con lo que servía de base a esas series de televisión tan comerciales, tan seguidas. Esas que le cabreaban, como el documental, profundamente. La llamada de teléfono, al borde de las cuatro de la tarde, era lo mejor que le podía pasar. El fin de semana podía tener arreglo.



Llegó allí mucho antes de que se hubiese podido encontrar a un juez para desarrollar las diligencias previas. No podía tocar el cadáver, pero sí evitar que los manazas de los policías eliminasen todas las pruebas. Sabía que tenía tiempo antes de que llegara un policía de verdad. García nunca tenía prisa.



- Qué tal, Doc. Cómo va eso.
- No jodas, García, que no eres Philip Marlowe. Ni americano siquiera, coño. La próxima vez que me llames Doc vas a jugar de pareja al mus con tu puñetero padre.
- Venga, López, no seas cascarrabias. A ver, cuéntame.
- Lo que ves, el tipo tiene un disparo entre ceja y ceja.
- Ha sido a través de la ventana.
- Sí, García, pero estaba abierta. Éste sabía quién le disparaba. Mírale los ojos. Si se quedase en la retina la última imagen veríamos perfectamente al criminal.
- Joder, los tiene como platos. No se lo esperaba. Que putada le ha gastado esa golfa.
- Has visto las pisadas fuera. Sí, una mujer, no muy pesada, aunque con los huevos suficientes para manejar ese 38.
- Voy a ver si me entero quién es el difunto.



García habló con el oficial que parecía más espabilado de los guindillas de barrio. Se enteró que el pájaro vivía aparentemente solo, los vecinos no le conocían líos, salvo algunos amigos que venían alguna vez a ver un partido de fútbol.



- ¿Eso es todo, agente?
- Sí, Inspector. Eso es lo que nos contaron los pocos vecinos que tenían trato con él.
- ¿Y todas las mujeres?



(Continuará ...)

2 comentarios:

Isa Pe dijo...

¡Oh, cuanto por leer! Estoy entre el ¡Genial! y el ¡Te odio!.

Iremos a trocitos, poco a poco. Como yo no soy discreta, como tú, te iré comentando cosas cuando me salga. Besotes, barbas.

Amenofis Fernández dijo...

¡¡ Odiame !! Así tendremos más cosas que discutir ... Besazos, cositas guapas.