martes, 9 de enero de 2007

Crimen Pasional (IV)

López era consciente de que le esperaba una ardua tarde de trabajo. Quizá esa noche tampoco fuese a casa a dormir. No le importaba mucho, en realidad. Nada había allí que le esperase, o que fuese más interesante que lo que tenía metido en esa bolsa de plástico negro. Sólo una cosa había más interesante en su vida, y acababa de salir, pensativa, preocupada, hacia su sede judicial.


El chófer de la ambulancia se negó a colocar los pirulos, el fiambre no tenía ninguna prisa por llegar a la Morgue, y no quería que le cayese un expediente por utilizarlos sin que fuese necesario. Tuvo que tragarse todo el tráfico sin aquella emoción añadida de ver como saltaba los semáforos, como adelantaba por el carril contrario. Él no sabía conducir, pero apreciaba hasta el éxtasis el riesgo de la velocidad, aún como copiloto.


Por fin, solos los dos en la morgue, un forense y el hombre tumbado sobre su mármol. Antes de comenzar fue a rellenar la ficha y observó que nadie le había dicho el nombre. Debería llamar a García para cumplimentarla. Luego. Los ayudantes le habían quitado la bolsa, y él se daba a la tarea de desvestirle, cuidando no contaminar la ropa, depositándola cuidadosamente sobre las bandejas de plástico blanco.


López sabía que ese, y la apertura de la caja torácica, eran los momentos en los que los cadáveres están más comunicativos. En esos momentos el forense podía extraer el máximo de datos sobre lo que había pasado.



- A ver, cuéntame, quién te ha hecho esto.

- Joder, la golfa esa. Me ha pegado un tiro, la muy marrana.

- Ya, ya, eso ya lo sé. Cuéntame que hacías en casa un sábado, por qué tenías ojeras. Dime

- Vaya porquería de forense. Ábrame y sabrá el por qué de mis ojeras. Para eso le pagamos los contribuyentes.

- Eres un muerto bastante maleducado. Tienes esa cara porque no dormiste demasiado. Eso ya lo sé. Quiero que me cuentes, ¿qué te hizo estar en vigilia tantas horas?.

- Yo que sé, no recuerdo nada. Igual es por esa bala que tengo metida en el lóbulo de la memoria, ¿no?. Igual es que estoy muerto. No te jode ...



Todos eran iguales, reacios a contar sus vidas. Como si aún tuviesen vergüenza de lo que fueron, hicieron o dejaron de hacer en vida. López no se inmutó, con la grabadora en la mano comenzó su trabajo. Parsimoniosamente, relajado, por fin en su medio natural.



- Sábado, 2 de noviembre, 20:02 horas. Comenzamos la autopsia de individuo varón, blanco, edad aproximada 40 años. Pendiente de confirmar identidad. A efectos de esta grabación le denominaremos "Señor 38". Dos zapatillas tipo "pantunflas". Camiseta deportiva sin cuello y pantalón de chandal. No hay ropa interior. Sólo hay manchas de sangre en la camiseta, propias del contacto en el suelo con la que brotó de la herida en la cabeza.

- ¿Eso es todo lo que sabes hacer?

- Calla y déjame trabajar. Si hablas me dejarás la cinta perdida de psicofonías.

- Vale, vale, no era mi intención perjudicarle. Aquí seguiré, calladito. Vaya la víctima a molestar al señorito.

- El cadáver presenta un evidente impacto de arma de fuego en la frente, equidistante de los extremos internos de las cejas. Se apunta como una de las posibles y aparentes causas de la muerte.

- ¿Qué? ¿Que aún no lo tienes claro? ¿Tú de que vas? ¡¡ Que me han descerrajado los sesos!!

- Calla, Sr. 38. Creo que te han envenenado.


(Continuará ...)

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