miércoles, 3 de enero de 2007

Crimen Pasional (X)

- Doc, como va eso.

- Terminando. Pronto voy a recomponerlo para que lo lleven a los familiares

- No creo, no encontramos a nadie que se haga cargo

- ¿En serio? ¿No me dijiste que había no sé cuántas mujeres?

-. Sí que las hay, pero ninguna parece querer llevarse al bicho en una urnita

- Vaya. Lo del cianuro está confirmado. Me acaban de llegar las pruebas de toxicología. Tres días tomando pequeñas dosis.

- ¿Sabes como se lo han suministrado?

- Pues sí. No tenía nada en el estómago, ni en los intestinos. Llevaba tiempo sin comer nada. Supongo que las botellas de Coronitas te darán la respuesta.

- Ok. Están en el laboratorio. Oye, Doc.

- No me llames, Doc. Cojones. Mira que eres pesado.

- No te quedes a dormir ahí. Yo de ti iría a dormir a casa de Sacristán.

- Vete a la mierda, no te rías de mí.

- Que sí, coño. Llámala y verás como esta noche la metes en caliente. Que te lo digo yo, que de esto entiendo un rato.

Colgó muy cabreado, sabía que Garcia era un cabrón, él ya lo sabía. Nunca debió contarle que se moría por María Sacristán. Pasaría toda la vida riéndose de él, o no, quizá tenía razón y debía ser valiente. No podía vivir sólo soñando con ese club del barrio francés, tenía que echarle huevos, García de eso entiende un rato.

- ¿Vas a cerrarme?

- Sí, ya estoy más que harto de ti. Te arreglaré un poquito, para que estés presentable.

- ¿Hay mucha gente ahí fuera, llorando por mi?

- ¿No lo sabes?. No hay nadie. Debías ser un mal bicho.

- ¿Qué? No puede ser. Yo me recuerdo como un buen chaval.

- Qué vas a recordar tú con un agujero de 2 cm en el cerebro. No digas tonterías

- No jodas ... ¿en serio no hay nadie esperándome?

- Lo que yo te diga.

Fernando pasó toda la semana muy liado en el trabajo, no fue una buena semana. Se avecinaban las vacaciones y lo que quería realmente era dejarlo todo. Abandonarlo todo y salir a buscar a aquella mujercita que le había cautivado. Casi todas las demás cosas le parecían absolutamente accesorias. El club de insoportables pseudopoetas en el que hacía tiempo se convirtió su grupo de camaradas. Una empresa en la que nada quedaba por hacer, todo era demasiado rutinario. Todo salvo los amigos. Perdón, las amigas. Tenía más facilidad para hacer amigas que amigos. Demasiada facilidad, a veces se le escapaban entre los dedos casi como venían, sin entender muy bien por qué pasaba.

Todo se le caía encima aquellos días, incluyendo, por supuesto, la desaparición de Sonia. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?. Repasaba, volvía atrás y no recordaba las habituales meteduras de pata que solía cometer. Una impertinencia, una grosería, una insinuación sexual en el momento menos adecuado. Sabía que había cometido algún error, pero era incapaz de recordarlo. Al principio no le dio mucha importancia, no le importó no ser invitado a la fiesta de cumpleaños. Tres días después tuvo aquella premonición, algo andaba mal. Envió cien mensajes de móvil, doscientos emails. Todo sin respuesta. Cuando encontró la caja de Coronitas en la cocina comenzó a pensar que estaba relacionado, que era México que venía a su propia casa a decirle, tienes que esperar. Todo se resolverá. Abrió una botella y colocó a Lila Downs en el reproductor ...

(Continuará ...)



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