lunes, 8 de enero de 2007

Crimen Pasional (V)

La cordura le decía que lo dejase para el día siguiente, que apagase el ordenador. Él sabía que necesitaba descansar, que nada cambiaría durante la noche. Además, aquella molestia en el estómago no cesaba. Cada quince minutos tenía que acercarse al baño, a soltar gases, a vomitar, a orinar o a defecar. Sentía que tenía fiebre, pensaba que debía acercarse a urgencias a dejarse ver por aquella doctora rubia. "¿Qué comió hoy?" sería la pregunta obvia que le haría. No, no iría ni siquiera por verla a ella. No iba a contar a nadie que hacía cuarenta y ocho horas que no comía nada. Que sólo andaba bebiendo cerveza mejicana con rodaja de limón.


El correo no llegaba. El móvil tampoco recibía su mensaje. Pasaba el tiempo y procuraba no hablar con nadie. Obviaba a las demás, no atendía ninguna llamada al fijo. Quería estar entero cuando ella apareciese. Tenía que aparecer. Pulsaba cada quince segundos "check mail" de su Eudora. Aún cuando sabía que el servidor le daría error por acceder demasiado seguido. Tenía que intentarlo.


Era curioso verle así. No la necesitaba a ella. No necesitaba a nadie en realidad. Tenía estímulos suficientes como para no necesitar ese correo electrónico ni esa llamada. Le bastaría con vestirse, dar él mismo otra llamada y pasaría la tarde con cualquiera de las otras. Paseando, charlando o acostado con alguna. Sin embargo era su llamada, la de ella, la que le tenía atado a ese sillón.


Abrió winamp para escuchar aquel disco recién descargado, "Transparente" . Retornar a Portugal, aunque fuese tan sólo musicalmente no le ayudaría, lo sabía. Y aún así necesitaba dejarse flotar por sobre el estuario del Tajo, en brazos de la enigmática Mariza.


Cuando volvió a vomitar, por enésima vez en aquellas horas, se fijó en su cara. Profundas ojeras, pelo desordenado. Olía mal, no se había duchado. Pensó en hacerlo, incluso abrió el grifo del agua caliente. Cuando reflexionó lo cerró y fue corriendo a mirar el móvil. No había llamada perdida. Tampoco había tiempo para ducharse. Si ella llamaba le pediría 15 minutos para hacerlo.


Pasadas las tres de la tarde sonó el timbre de la puerta. Fue a abrir y no había nadie al otro lado. Cuando la cerró se la encontró frente a la ventana, mirándole. Abrió el pestillo y habló con ella.


- ¿Has venido? ¿No estás enfadada?, espera, te abro la puerta.

- No

El brazo de ella se movió lentamente hasta colocar el revólver apuntando a su cabeza.

- ¿Qué?


El sonido del disparó hizo ladrar al perro del vecino. Ningún otro ser vivo o inanimado pareció inmutarse. Todo el mundo andaba comiendo la paella sabatina. En todas las casas se oían las noticias de la televisión.


Ella dejó caer el revólver y sin mirar hacia dentro de la casa dio la vuelta y caminó hasta el coche aparcado.


- ¿Por qué no habló conmigo? ¿Qué le he hecho?. Jodida mujer, creo que me ha matado. Esto es sangre sí, está caliente, huele como sangre. ¿Dónde está el puto túnel blanco?. Mierda, seguro que a los ateos nos mandan por un túnel mal iluminado. Debí haberme duchado antes. Siempre me lo decían, dúchate y cámbiate todos los días, imagina que tienes un accidente y los médicos te pillan con los calzoncillos sucios. Mierda, estos jodidos médicos me van a pillar sin calzoncillos. ¿Vendrá la rubia?.



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