lunes, 1 de enero de 2007

Crimen Pasional (XII)

La psicóloga le miraba fíjamente, y él asumía que lo hacía como el científico al ratón. Seguiría sin comprenderle, como nunca le comprendió antes. Aún así, Carlos sabía que debía contarlo, que sacar aquello de dentro le haría bien. Quizá no tuviese otra oportunidad de redención, o quizá no se la mereciese.

- Dime, Carlos, ¿has vuelto a tomar cocaína?
- Sí, claro que sí, ¿no se me nota, joder?
- Hiciste bien en venir entonces. Has recaído, pero también buscas ayuda, no es irreversible, puedo ayudarte.
- No, mierda, no. Perdone, doctora. No es eso, joder.
- Sí, te entiendo.
- No entiende una mierda. He matado a un hombre.
- ¿Qué? ¿Era en serio lo que me dijiste por teléfono?
- Claro que era serio.
- Tengo que llamar a la policía.
- No, no hace falta. No disparé yo, doctora. Aunque cargué el arma y me inventé el motivo perfecto para librarme de aquel tipo.
- ¿Entonces? ¿Le mataste o no?
- Sabía que no iba a entenderme. Joder. No hay nadie más a quién contárselo.




Una tarde más había tomado café con ella. Suponía un contacto con esa realidad que cada día le era más esquiva. Cuando estaban juntos todo parecía ser de "verdad". Incluso hablar de música, de verano e invierno, o de aquella poesía que tanto le gustaba a ella era bajar a la realidad de golpe. Lo virtual, lo electrónico, quedaba a trillones de años luz. Se dió cuenta de que cada vez estaba más enganchado a su presencia. Cuando el camarero les miraba con ganas de decir que tenía que preparar el salón para dar las cenas él volvió a decirle lo que le repetía cada día, como una rutina.


- No me quiero ir sin ti, esta tarde no.
- Siempre dices lo mismo, Fernando.
- Sí, puede ser, pero esta tarde no puedo pasarla sin ti. Ven a mi casa.

Era cierto, siempre era lo mismo. Él repetía el ritual, pasase lo que pasase, hablasen de lo que hablasen siempre terminaría por invitarla a la cama. Eran amigos, sí, pero no podía olvidar que la deseaba y que mantenía la esperanza de que alguna vez a ella le pasase lo mismo.

- De acuerdo. Nunca se volverá a repetir. Ese será el trato.

Dejaron el coche de ella y fueron juntos en el suyo. Durante el trayecto él le cogió la mano, acariciándola. No tenía palabras y de la boca de Annie tampoco salió ningún sonido. Respondió a la caricia sin apartar la vista de la carretera. Los nervios, la incertidumbre, las ganas de estar juntos rebotaban de una parte a otra de los estómagos de ambos, saltando al exterior, golpeando los cristales de la cabina del coche y volviendo a entrar de nuevo con fuerza en cada barriga, intercambiados. Pronto supo que los quince minutos que les separaban del destino serían así, silenciosos. Pulsó play en el reproductor para arrancar una vez más el pensamiento cómplice de su, por fin, compañera de viaje.

Se habían besado cien veces y hasta ese momento, justo después de cerrar la puerta de la casa, no intercambiaron el primer beso de amor. Dulce, suave, casi de amigos aunque en los labios. Poco después se atrevieron a abrazarse, y complicaron la intensidad de las caricias. De la mano la arrastró suavemente hasta el dormitorio. Quería que todo fuese irreversible lo antes posible. Desnudarla le ocupó un buen rato, no tenía prisa en descubrir esos tesoros que en su imaginación llevaban años dibujados. Dulzura primero, arrebato después, fuego desde el primer momento. El amor fue tal y como siempre había soñado que sería.

Cuando reposaban juntos, mirándose a los ojos como si fuese la primera vez, le sobresaltó un ruido, vidrios golpeando en la cocina. Quizá estaba producido por una caja de Coronitas al ser depositada sobre la mesa.



- Doc, mierda.
- Dime, y rapidito que tengo que elaborar tu informe.
- Me la he tirado.
- ¿A quién te has tirado?
- A Annie, se acostó conmigo.
- Me alegro, y dime, ¿quién es la pobre Annie que fue a dar contigo?
- Mierda, no es verdad, lo he soñado.
- Imposible, no puedes soñar, tu cerebro hace media hora que está en ese frasco de alcohol.
- Que sí, joder. Lo he soñado. Y mientras lo hacía alguien entró en la casa y dejó las cervezas. Creo que sé quien fue.



(Continuará ...)

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